Durante los cultivos, es importante seguir concienzudamente todos los procesos para obtener unos resultados óptimos. Pero casi tan necesario como esto es, una vez cumplido el ciclo, ayudar al suelo a recuperar las concentraciones de nutrientes que se pierden por el camino para no tener problemas relacionados con patógenos, enfermedades o malas hierbas no deseadas. Esto no es otra cosa que dar de comer a la tierra para que ella nos pueda dar de comer a nosotros.
Quizá la manera más conocida de mantener un suelo es la rotación de cultivos. Cuenta con numerosos beneficios para la tierra:
- Reducción de plagas y enfermedades. Al cambiar de cultivo frecuentemente se cambia el hábitat, por lo que los ciclos de vida de estas se interrumpen.
- Menos malas hierbas, mediante el uso de especies de cultivo vigorosas o de cultivos de cobertura, que funcionan como abono verde.
- Distribución más adecuada de los nutrientes del suelo.
- Reducción de riesgos económicos: siempre y cuando surja algún problema en alguno de los cultivos.
- Regulación de restos de las cosechas, mediante la alternancia de cultivos que puedan producir mayor o menor cantidad de residuos.
Merece la pena centrar nuestra atención en los conocidos como abonos verdes, ya que se trata de una de las mejores maneras de proteger y fertilizar la tierra. Estos aumentan el fósforo asimilable, así como el potasio y otros elementos del suelo y propician la descomposición de restos que dan origen al humus y mejoran la estructura del suelo, haciéndolo más ligero y fácil de trabajar.
Los abonos verdes se siembran entre los cultivos principales o se intercalan entre las líneas de estos al mismo tiempo, convirtiéndose en una terapia perfecta para suelos desestructurados, dañados o contaminados y en un complemento ideal para los suelos en buen estado. Podemos distinguir entre varios tipos:
- Leguminosas: es quizá el tipo de abono verde más utilizado, pues tienen la peculiaridad de fijar el nitrógeno atmosférico gracias a las bacterias de sus raíces. Para que estos beneficien a la tierra se debe segar la planta inmediatamente después de la floración y dejar que se descomponga en la superficie del suelo. Entre las más utilizadas se encuentran la alfalfa, la almorta, el altramuz, el guisante o las habas.
- Gramíneas: es un tipo de cultivo que rebrota sin interrupción, muy beneficioso para el suelo. A diferencia de las leguminosas, tienen más masa vegetal, por lo que cubren mucho más terreno. Pertenecen a esta familia la avena, la cebada o el centeno.
- Crucíferas: crecen muy rápido, por lo que el abono verde puede estar listo en poco tiempo. Tienen la particularidad de que asfixian a las malas hierbas que puedan salir y crecen con facilidad en suelos pobres en humus. Una vez se siegan, se descomponen e incorporan a la tierra rápidamente. Pertenecen a esta familia la colza, el nabo el rábano o la mostaza.
La plantación de uno u otro cultivo depende de las características del suelo y del clima de la zona, pero lo ideal para que el suelo se alimente de manera óptima es una combinación de las tres especies.
El uso de abonos verdes aporta numerosos beneficios a la tierra:
- Aumentan la materia orgánica, así como los nutrientes.
- Mejoran la capacidad de infiltración de agua y disminuyen la evaporación de la misma.
- Protegen la superficie contra la erosión.
- Mejoran la estructura general del suelo.
- Evitan el nacimiento de malas hierbas.
- Aumentan los micro y macroorganismos.
- Reducen el ataque de plagas y enfermedades.